Sentado en el escritorio, con la pluma en la mano, papel en blanco
postrado ante mí, las palabras brillan por su ausencia, mente en blanco
como el pergamino que sujeta mi mano, intentando encontrar la palabra
idónea para comenzar, pero no llega.
Intento dejar de lado, problemas abrumadores que clavan sus garras en
mi cabeza, no cesan en su empeño, de arrojarme de nuevo a la locura, al
sin sentido de los días muertos, musa mía ¿Dónde te hayas? ¿Por qué de
mi has de esconderte? Me dejas aquí postrado con la pluma y papel en
cada una de mis manos y mente en blanco. Miro el reloj entre las
tinieblas que se apartan al calor de la llama de la vela, llama
titubeante por el respirar medio ahogado de mi presencia, largas horas
han pasado mientras continuo aquí postrado mirando el papel que aun
sigue en blanco, mientras aun espero, esa sola palabra que despliegue de
nuevo, el mar de palabras. Mar que antaño fuiste incesante, robusto en
tu oleaje, y en este momento seco.
¿Que se esconde en mi interior? ¿Por qué este miedo irracional? ¿Por
qué no puedo ser el mismo? ¿Que ha pasado para que el vacio solo me deje
ver un atisbo de luz en esta oscuridad? Tan solo la vela encendida
muestra un poco de claridad, entre estas paredes.
Desisto en mi intención de continuar postrado ante un papel difícil
de rellenar, quizás relajarme y observar como el resto de individuos
vienen y van, sin sentido por este ancho mundo, por el cual aun he de
caminar. Intento sumarme a la corriente de gente, pero se hace difícil
al observar, que no son más que mentes vacías sin nada que ofertar,
mejor será regresar, entre mis paredes me sentiré igual, aunque la
frustración se adueñe de mi una vez más, por encontrarme de nuevo
enfrente al mismo papel en blanco, con la misma pluma en la mano,
buscando de nuevo la palabra por la que comenzar, mirando las sombras
que la vela entre tanta tiniebla, mi imaginación quizás haga de nuevo
volar.
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